Aunque le juró que se le desviaba la mirada, el supo que no, que no era así. Que su mirada era limpia y sus palabras atropelladas.Tenían sentido y eran equivocas.A él le daba igual porque se acunaba en sus pupilas, descifraba el sentido de lo que le querían decir, y dibujaba sueños felices.Y pasaban minutos, y los guardaba en el saco del tiempo que nunca era perdido.
Ella Soñaba que él entendía sin palabras, pero era demasiado soñar...
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