22 marzo 2009

Uno sólo con hielo, por favor.


Mientras reposaba en brazos de Morfeo, pensaba que podría ser un día estupendo, comenzando por la maravillosa idea de que no tendría que levantarse pronto ni hacer nada "obligatoriamente".

En ese momento le hubiera gustado levantarse, estirarse todo lo que pudiera y prepararse un grandioso desayuno francés para disfrutarlo en la terraza. Hacía un día envidiable, un sol espléndido propiciaba una temperatura idónea para pasar todo el día en la calle. El fallo es que no tenía terraza, así que tuvo que conformarse con un desayuno normalito en la cocina.

Decidió vivir esos días sin tener que mirar el reloj cada 15 minutos, siendo esclava del minutero...se propuso disfrutar egoistamente para ella, como nunca lo había hecho, sin tener que pensar en nada más que en aprovechar el día, reir, comer, respirar aire puro, disfrutar de la compañía, pasear sin rumbo...

Le pareció mentira, por eso se prometió volver a repetir la experiencia...

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